Richard estaba armado con un rifle.
Jean me miró, me escupió y me llamó zorra. Richard le disparó en el hombro derecho, Jean cayó al suelo tosiendo, probablemente le perforó el pulmón. Llamé a gritos a uno de mis mayordomos, que vino apresuradamente y se quedó petrificado al ver a Richard con un arma y a Jean en el suelo, que ahora yacía inmóvil.
- ¿Careway? - La voz de Richard sonaba temblorosa -. Me debes una explicación.
No sabía qué podía decirle, en tres años Richard había dejado crecer su barba y aún así era apuesto (informo que detesto los hombres con vello).
- Te amaba - fue lo único que pude decir.
- ¿Por eso me abandonaste?
- No, te daré una explicación.
Entramos a mi hogar, llevé a Richard al salón y mandé a la doncella servirnos un té.
Habían pasado tres años. Y yo seguía exactamente igual, Richard no paraba de mirarme asombrado.
- Estás como la última vez que te vi.
- Richard... yo... - No pude mantener la voz firme, me dolía contarle lo que era, contarle que era un monstruo.
Le relaté mi vida y el día en que me condenaron a la inmortalidad, el día en que me condenaron a ser un monstruo devorador de sangre y de la vida de personas, quizá malvadas, quizá inocentes.
Aquel día estaba con mi madre, cabalgando por las praderas y notando la suave brisa de verano en mi rostro, hasta que nos perdimos. Estaba anocheciendo y mamá no hacía más que preguntarse por dónde habíamos venido. Yo no lo sabía, nunca había cabalgado tanto como aquel día. Se hizo la noche y la oscuridad acechaba en cualquier parte, al menos se veía algo gracias a la luz de la luna.
Nuestros caballos comenzaron a pisotear el suelo con violencia y a piafar, nerviosos. Habían notado una presencia maligna y alguien o algo nos acechaba en la oscuridad. Ese algo se iba acercando, ya que nuestros caballos estaban cada vez más nerviosos. Mamá intentó controlar a su caballo, pero el maldito la tiró al suelo, bajé rápidamente de mi caballo gritando su nombre. Ella me gritó que huyera, pero yo no quería, si a mi madre le pasaba algo iba a cargar con la culpa el resto de mi vida, pero yo no sabía que mi vida nunca iba a acabar (por medios naturales).
Algo me agarró por los hombros y me lanzó por los aires, me golpeé la cabeza e intenté levantarme, pero no podía, me dolía la cabeza. Miré a mi madre, que estaba aterrada, había un hombre extraño, con el semblante pálido, junto a ella. Vi como aquel hombre levantaba una mano llena de garras... y destrozaba a mi madre a zarpazos.
Cuando el hombre terminó con mi madre se giró y me miró, se fue acercando lentamente hacia mí, intenté retroceder, pero el pánico me lo impedía. El hombre me agarró por los hombros y acercó su boca a mi cuello.
El dolor que sentí fue terrible, un sufrimiento horroroso, noté que mi cálida sangre corría por mi cuello y empecé a marearme, empecé a ver borroso y me desmayé.
Cuando desperté ya no estaba en el bosque, me encontraba en una especie de cripta, y allí estaba el hombre maligno.
Aquel hombre me explicó que era una vampira y me enseñó a serlo, a vivir sin ser descubierta y a evitar la luz del sol. Nunca volvería a ver la luz del sol, pero viviría eternamente. Odié a aquel hombre con toda mi alma (si es que tenía después de haberme convertido en lo que era) y terminé matándolo con mis propias manos.
Le conté a Richard la historia de mi vida hasta que le conocí y el por qué tuve que abandonarle. No lo tomó como yo esperaba, me sonrió, me abrazó y me prometió estar siempre junto a mí, hasta que la muerte lo separara de mi lado.
Y así fue, un día la muerte se llevó a Richard, a un viejo Richard que la vida que había pasado junto a mí la pasó suplicándome que le conviertiera, que le hiciera como yo. Por supuesto se lo negué.
Mientras rememoraba mi vida me di cuenta que ya no estaba en la calle Fridsewall, que acababa de entrar, sin darme cuenta, en el club nocturno "Midnight". Un club en el que la droga estaba por todas partes y el olor a marihuana era casi insoportable, pero había buenas presas que cazar, y aquello me gustaba.
No me había vuelto a enamorar después de Richard, sólo amores que terminaron en un desenlace sangriento y yo, saciada mi hambre, enterraba los cuerpos.
Vi que un muchacho joven y apuesto se acercaba a bailar, acepté bailar sensualmente con él, quizá pudiera llevármelo a la cama y después darle un final trágico y doloroso, pero no me importaba, él se lo había buscado.
Empezó a bailar conmigo y a hacerme gestos para que me moviera más rápido, pude ver un brillo en su ojos y una mirada lasciva. Aquel muchacho no sabía dónde se metía. Me preguntó mi nombre, Eve, le respondí y el me dijo algo parecido a Gerard.
Cuando llevábamos una media hora bailando, quizá más tiempo, me invitó a dar un paseo fuera, ya que allí había mucha gente y con el ruido de la música no podríamos hablar. Acepté, no me gustaba que me vieran asesinando a alguien en un club. Me reí.
Salimos fuera y comenzamos a pasear tranquilamente por la calle, noté algo raro en aquel muchacho, lo había visto dentro del club, me pareció ver un cuchillo.
Gerard me aprisionó contra la pared cuando perdimos de vista el club, sacó el cuchillo que me había parecido ver y lo puso sobre mi garganta.
- ¡Asquerosa chupasangre! - Me gritó.
- Yo no elegí esta vida - me mantuve firme, pero alarmada.
- ¿Dónde está el resto? - Gerard apretó el cuchillo.
- No sé de qué me hablas - sonaba a mentira, pero era verdad, ¿qué resto? -. Si tienes algún problema con un clan yo no tengo la culpa, no es asunto mío los líos en los que os metáis los humanos.
- ¿No eres del clan de Botiche? - Vi un pequeño destello de decepción en sus ojos.
- Botiche es un hijo de puta - Botiche era el jefe de un clan de vampiros que se creían más que nadie cuando yo misma había tumbado a Botiche en dos movimientos -. Yo estoy sola.
Gerard se separó de mí, tan pronto como lo hizo cambié la postura y lo empotré contra la pared.
- Vuelta a la tortilla - me reí.
- ¡Suéltame! - Gerard forcejeaba.
- ¿Tienes algo contra Botiche? Puedo hacer que venga ahora mismo y ya te habría matado antes de que él llegase.
- Mató a alguien muy importante para mí, quiero venganza - noté que estaba ahogando al muchacho y lo solté. Se llevó la mano a la garganta.
- No te preocupes, no te he mordido - me di la vuelta y comencé a caminar calle abajo, no estaba muy lejos de mi casa.
- ¡Espera! - Me giré para mirar al chico -. ¿No vas a ayudarme?
- ¿Por qué tendría que hacerlo?
- No lo sé, creo que no te cae muy bien Botiche... - Gerard tenía razón, repugnaba a ese cabrón.
Algo en la mirada del muchacho me recordó a Richard, tenía los ojos verdes, como él. Eran casi iguales y sentí lástima por aquel chico.
- Acompáñame, si amanece me convertiré en un montón de cenizas.
Gerard me siguió calle abajo.
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