Gerard comprobó su reloj.
- Aún quedan tres horas para el amanecer.
- ¿En serio? - Miré mi reloj, se había parado hacía dos noches -. Me cago en la puta...
- Esas palabras no suenan muy bien en boca de mujer - le lancé a Gerard una mirada asesina y fría.
- Digo lo que me da la gana, ¿vale?
- Claro, Eve - hice caso omiso de él.
- Vamos, hay un club por aquí cerca que es muy interesante para mí - sonreí, ese muchacho no sabía a dónde le iba a llevar.
Llegamos a la calle Downroad, allí había clubes por todas partes, no me imaginaría vivir allí, parecía que los locales nunca cerraban. Me detuve ante un letrero rosa luminoso que anunciaba: Club Girl Smile.
- ¿Es un club de lesbianas? - Gerard hizo una mueca.
- No, peor aún - sonreí y mostré mis afilados colmillos -. Un club feminista.
- No pienso entrar ahí, me da igual dormir en la calle... - Gerard comenzó a girarse, lo agarré del brazo y tiré de él hasta meterlo en el club. Sus gritos no me impidieron parar.
Nada más entrar, todas las chicas comenzaron a mirar mal a Gerard, el pobre muchacho se limitaba a mirar al suelo con tal de no ver las miradas asesinas que iban dirigidas a él.
- ¿Sabes en qué se parece un hombre a una escoba? Si le quitas el palo no sirve - un coro de risas resonó a mi izquierda, unas muchachas no hacían más que contarse chistes feministas, me reí, era cierto en algunos hombres.
Gerard frunció el entrecejo, pero siguió mirando al suelo.
- ¡Eh, chaval! - Chilló una chica bajita que casualmente pasó junto a Gerard -. ¿Qué coño te crees que estás haciendo?
- ¿Perdón? - Gerard la miró a la cara asustado.
- ¡Me estabas mirando el escote! - La chica lo empujó, no logró moverle un milímetro, Gerard era musculoso.
En realidad, Gerard miraba al suelo, pero era tan alto que miraba a la gente por encima del hombro, la muchacha se había pensado mal. Debía de medir dos metros por lo menos... Me dio lástima y hablé para defenderle.
- Estaba mirando al suelo - le dije a la chica. Ella me lanzó una mirada fría. ¿Cómo se atrevía a mirarme así el retaco presumido ese?
- Perdona, zorra, no hablaba contigo - ¿Zorra? ¿Me había llamado zorra?
- Me cago en tu puta madre, que es la auténtica zorra por dejarte vivir - le enseñé los dientes a la chica, que huyó espantada al ver los colmillos.
- Cualquiera se mete contigo - la voz de Gerard sonaba ahogada, como si estuviera aguantándose la risa.
- Vámonos, ya me he cabreado.
Tiré de él con fuerza y lo saqué del club, fuera nos encontramos con la chica hablando con unos policías.
- ¡Esa es, guardia! - Los policías nos miraron con los ojos entornados.
- ¡Alto! ¡Deténganse!
¡Y una mierda! ¡La poli ni me iba a trincar ni me iba a encerrar en una celda para que me convirtiera en polvillo a la salida del sol! Agarré el brazo de Gerard con fuerza y lo arrastré corriendo calle arriba.
Tardamos una hora en deshacernos de los guardias. Estaba hasta las narices de la policía, se creían que podían trincarme. Seguí corriendo hasta que noté que Gerard jadeaba, me paré en seco y me vi golpeada por una mole enorme. Me tambaleé un segundo antes de recuperar el equilibrio.
- Lo siento - dijo Gerard con la voz entrecortada.
Anduvimos por los clubes vampíricos buscando información sobre Botiche, nada. Me empecé a poner nerviosa en cuanto noté el cosquilleo que anunciaba que el amanecer estaba cerca. Solté una maldición y corrí todo lo que pude, con un cansado Gerard pisándome los talones.
Llegué al portal del bloque de pisos en el que vivía. No había puerta, algún vándalo la había arrancado hacía unos meses. Subí los escalones de tres en tres al tiempo que notaba que iba amaneciendo, busqué las llaves de mi puerta y me di cuenta que las había perdido. ¡No! Estaba amaneciendo y había un ventanal enorme en el rellano.
Gerard llegó jadeando y me miró con ojos cansados.
- ¿Este es tu piso? - Asentí con la cabeza. Gerard se percató de mi angustia -. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no entras?
- He perdido... las llaves.
- A ver, apártate - por un momento creí que iba a echar la puerta abajo hasta que vi que sacaba un alambre muy fino de uno de los bolsillos interiores de su chaqueta.
Gerard estuvo unos minutos trasteando con la cerradura de la puerta hasta que sóno un ¡clic! y la puerta se abrió de par en par. Me embriagó un estado de euforia increíble. Entré como un rayo al apartamento. Dos minutos después amaneció y me di cuenta que había dejado pasar a Gerard.
- ¿No te vas a ir a casa? - Le pregunté entornando los ojos.
- No tengo casa.
- ¿Por qué? - Percibí un brillo extraño en los ojos de Gerard.
- Botiche es el causante - el dolor que pasó por los ojos de Gerard me hizo sentir compasión por él -. Mi madre, hace veintiún años se quedó embarazada. De mí. La noche en que nací le pilló justamente en plena calle, de noche. Una banda de vampiros olió la sangre desde lejos. La mordieron y la dejaron con vida, a mí no me hicieron nada, no les dio tiempo a hacerme daño o a matar a mi madre. Unos policías aparecieron en el momento en que la mordieron. Siendo una vampira, mi madre me crió ella sola. Trabajaba de prostituta para poder mantenerme. Hace unos meses Botiche descubrió que una vampira había vivido con un humano, ya que eso esta prohibido, se informó, supo que era mi madre y fue a buscarla.
>> Botiche se presentó en el pequeño apartamento cochambroso en el que vivíamos hace tan sólo dos meses, mató a mi madre delante de mis propios ojos sin que yo pudiera hacer nada y me amenazó de muerte si me volvía a ver con un vampiro. Al día siguiente volvía a mi casa después de buscar ayuda durante todo el día, ya había anochecido. A tan sólo una manzana del bloque de apartamentos vi que había un incendio. La columna de humo contaminaba todo el aire en tres manzanas. Al llegar vi que era el bloque de apartamentos en el que yo vivía el que ardía.
Permanecí en silencio durante unos minutos, aquel chico había visto a morir a su madre sin poder evitarlo y se había quedado sin casa. ¡Hacía dos meses! No podía echarlo de mi casa.
- Entonces, ¿tienes veintiún años?
- No, veinte, a punto para hacer veintiuno - Gerard miraba al suelo.
- Siento lo de tu madre... y lo de tu casa...
- No me importa el maldito bloque, mi madre era maravillosa - noté un golpeo en el suelo y vi que había una gota. Gerard lloraba.
Por instinto, lo rodeé con los brazos y lo atraje hacia mí. El me devolvió el abrazo.
- Gracias... - dijo en un susurro que hubiera resultado inaudible para cualquier humano, pero mi oído era muy agudo.
- Puedes quedarte todo el tiempo que quieras - aún lo abrazaba, no podía soltarlo, me daba lástima.
- No lo hagas por lástima - se separó de mí y me miró con frialdad -. He vivido durante dos meses en la calle.
- Está bien, no lo haré por lástima - Gerard enarcó una ceja -. Es una orden.
Se rió en mi cara, pero paró de reirse al ver mi mirada asesina.
- ¿Dejas que me quede? - Vi el dolor en sus ojos y asentí. Gerard sonrió, tenía una sonrisa bonita.
- Me voy a la cama, necesito reponer fuerzas para el amanecer, la casa es tuya - me levanté y me dirigí al dormitorio.
- ¿Duermes en un ataúd? - La pregunta de Gerard me hizo girarme bruscamente.
- Soy una vampira, no una muerta - lo fulminé con la mirada -. Lo de los ataúdes es un mito, también puedo comer comida y beber cualquier cosa que no sea sangre. Lo único que no puedo pasear a la luz del sol.
- Lo siento - observé como Gerard se acomodaba en el sofá y me reí.
- Hay una habitación allí, con cama - señalé una puerta.
- ¿Puedo dormir contigo?
- ¿Perdón? - Enarqué una ceja como si me molestara, aunque no era mala idea, siempre pasaba las noches sola.
- Nada, que me voy a dormir a la otra habitación.
Gerard se levantó y se encerró en la habitación para invitados. Sonreí antes de cerrar la puerta de mi habitación. Me desnudé, me cambié de braguitas y me puse una camiseta vieja y enorme que siempre usaba para dormir. Me tumbé en la cama para sonar despierta antes de conciliar el sueño.
Pensé en Gerard y en matar a Botiche, tenía un clan muy numeroso y yo sólo era una y Gerard, pero él no era un vampiro, no poseía nuestra fuerza, nuestros reflejos y nuestra agilidad.
Me giré de costado y me quedé hecha un ovillo. Noté un olor raro impregnado en mi piel. El olor de Gerard. Ese muchacho olía bastante bien. Antes de dormirme por completo me asaltaron unas ideas muy perversas y graciosas.
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