sábado, 25 de agosto de 2012

Evelynn Careway's Life. Capítulo Cuarto

Desperté a causa del hormigueo que recorría mi cuerpo anunciando el anochecer.
Me levanté lentamente y me acerqué a la ventana, deseando ver la oscuridad de la noche. Corrí la cortina y sonreí. Esa noche iba a necesitar a alguien, alguien que me pudiera ayudar, alguien que se aliara conmigo para luchar contra Botiche. Por Gerard, él no se merecía lo que le había pasado a su madre.
Salí de mi habitación como cada noche, buscando algo de comer antes de irme a buscar alguna presa. Excepto que esa noche no iba a buscar presas humanas, iba a buscar a un vampiro. Pasé a la cocina tranquilamente y rebusqué en la nevera.
- Duermes mucho - me sobresalté al oír la voz de Gerard y mi cabeza chocó contra el frigorífico.
- ¿Qué? - Me froté la cabeza, dolía.
- ¿Por qué tu reflejo se ve en el espejo?- Gerard estaba apoyado en una encimera, con una lata de cerveza en una mano.
- Otro mito - gruñí y miré mi reflejo. Mi pelo castaño estaba algo alborotado, me daba un look salvaje, reprimí una sonrisa de superioridad. Mis ojos lucían un marrón apagado, cansado, eso me estropeaba lo salvaje.
Giré la cabeza bruscamente para no mirarme y me fijé en Gerard, que me miraba impasible. Él era alto, con el cabello rubio oscuro, con los ojos grises, que parecían tristes. Sonreí para ver su reacción y apartó la mirada. Me sentí bastante mal y reanudé mi búsqueda de comida.
- ¿Qué afirmaciones sobre los vampiros son ciertas? - Saqué una lasaña que había preparado el día anterior de la nevera y miré a Gerard, pensativa.
- El no poder pasear bajo la luz del sol, la inmortalidad y beber sangre - metí la lasaña en el microondas.
- Pero tú no sólo bebes sangre, ahora te vas a comer una lasaña - Gerard frunció el ceño.
- Lo sé - el olor de la lasaña se filtraba por mi nariz, se me hizo la boca agua -. Hay muchas cosas que no se saben de los vampiros.
- ¿Cuántos años tienes? - Saqué la lasaña del microondas y cogí un tenedor antes de sentarme en la mesita. que había en una esquina de la cocina.
- ¿Cuántos crees que tengo? - Empecé a devorar la lasaña sin piedad.
- No sé - Gerard se mostró pensativo -. A simple vista, cualquiera que no sepa que eres una vampira, creería que tienes dieciocho.
- Con diecinueve me transformaron.
- ¿Y en total tienes...? - Gerard entornó los ojos.
- ¿Por qué tendría que decírtelo? A una mujer nunca se le pregunta la edad o el peso.
- Pero tú no eres una mujer cualquiera - le lancé una mirada furibunda que evitó preguntando de nuevo -. ¿Cuántos años tienes realmente?
- Tferfientof fesefnta - dije con la boca llena.
- ¿Que qué? - Gerard abrió los ojos de par en par.
- Trescientos sesenta - dije al tragar la comida -. Más o menos...
- ¿Llevas teniendo diecinueve durante más de tres siglos y medio? - Gerard abrió aún más los ojos.
- Sí. Y para de hacerme preguntas, me estoy cansando.
- La última, lo prometo - hice un gesto con la cabeza esperando la pregunta -. ¿Me convertirías en un vampiro?
- No.
- ¿Por qué?
- ¿No has dicho que era la última pregunta?
- Mentí - Gerard sonreía, aunque a mí no me hacía gracia. No quería desearle a nadie ser un monstruo como yo -. Vamos - insistió Gerard -, ¿por qué no?
- Porque nadie se merece ser un monstruo - recogí los restos de la lasaña antes de meterlos en el fregadero.
- Tú no eres un monstruo - la voz de Gerard sonó demasiado cerca. Me giré y me encontré con su mirada, con sus ojos grises.
- Yo... - me retiré de Gerard -. Sí lo soy.
- Mi madre tampoco lo era - Gerard volvió a acercarse a mí.
Ahí me había pillado, una vampira capaz de criar un hijo, y más aún una neófita. Me quedé en silencio unos minutos mientras Gerard se ponía cada vez más cerca. De nuevo me embriagó su aroma. Intenté retroceder pero me encontré de espaldas a una encimera. Gerard me miraba a los ojos, me tenía acorralada contra una encimera, se acercaba y yo no quería moverme.
- Eh... Gerard... - Susurré.
- ¿Sí? - Dijo suavemente.
- Odio que me acorralen y se me acerquen tanto - le miré con cara de asesina y se apartó.
- Lo siento.
- ¿Sabes qué vamos a hacer esta noche? - Solté rápidamente, rompiendo la incómoda situación.
- ¿Encontrar a Botiche y matarlo?
- Lo siento, eso tendrá que ser otro día - sonreí intentando animarle -. Esta noche buscaré a un amigo que puede ayudarnos con lo de Botiche. ¿No creerás que voy a enfrentarme yo sola contra él?
- Me tienes a mí - noté un tono de furia en su voz.
- No eres un vampiro, te matarían en un nanosegundo - intenté sonreír de nuevo pero la mirada del muchacho me lo impidió.
- Transfórmame - dijo con un deje despectivo en la voz.
- No - fruncí el ceño, algo cabreada -. Te he dicho que no quiero convertirte en un monstruo.
- Y yo te he dicho que no eres un monstruo - Gerard me miró indiferente.
Mascullando un taco, me aparté de él y fui a buscar mi teléfono móvil. Entré en mi habitación gruñendo por lo bajo, con el teléfono en la mano y cerré con un portazo, me vestí apresuradamente con unos vaqueros y una camiseta negra.
Salí, aún cabreada y me tiré en el sofá, marcando un número. Gerard, que aún seguía en la cocina, entró en el salón.
- Qui ose déranger ma nuit du vierges? - La voz del hombre que habló sonó furiosa.
- Alphonse Jussieu? Êtes vous? - Miré a Gerard que enarcaba las cejas en señal de no comprender absolutamente nada.
- Oui. Qui est?
- Evelynn Careway.
- Oh, mademoiselle!
- Buenas noches, viejo amigo.
- Buenas noches, Mlle Careway. ¿A qué se debe su llamada? - La voz de Alphonse sonaba nerviosa.
- ¿Tu noche de las vírgenes? Pocas vas a encontrar mayores de trece años.
- Mlle Careway, es difícil, pero no imposible. Responda a mi pregunta, s'il vous plaît.
- Está bien - suspiré y miré de reojo a Gerard, que me miraba atentamente -. Necesito tu ayuda, a los tuyos.
- Pourquoi?
- Porque quiero acabar con Botiche.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Evelynn Careway's Life. Capítulo Tercero

Gerard comprobó su reloj.
- Aún quedan tres horas para el amanecer.
- ¿En serio? - Miré mi reloj, se había parado hacía dos noches -. Me cago en la puta...
- Esas palabras no suenan muy bien en boca de mujer - le lancé a Gerard una mirada asesina y fría.
- Digo lo que me da la gana, ¿vale?
- Claro, Eve - hice caso omiso de él.
- Vamos, hay un club por aquí cerca que es muy interesante para mí - sonreí, ese muchacho no sabía a dónde le iba a llevar.
Llegamos a la calle Downroad, allí había clubes por todas partes, no me imaginaría vivir allí, parecía que los locales nunca cerraban. Me detuve ante un letrero rosa luminoso que anunciaba: Club Girl Smile.
- ¿Es un club de lesbianas? - Gerard hizo una mueca.
- No, peor aún - sonreí y mostré mis afilados colmillos -. Un club feminista.
- No pienso entrar ahí, me da igual dormir en la calle... - Gerard comenzó a girarse, lo agarré del brazo y tiré de él hasta meterlo en el club. Sus gritos no me impidieron parar.
Nada más entrar, todas las chicas comenzaron a mirar mal a Gerard, el pobre muchacho se limitaba a mirar al suelo con tal de no ver las miradas asesinas que iban dirigidas a él.
- ¿Sabes en qué se parece un hombre a una escoba? Si le quitas el palo no sirve - un coro de risas resonó a mi izquierda, unas muchachas no hacían más que contarse chistes feministas, me reí, era cierto en algunos hombres.
Gerard frunció el entrecejo, pero siguió mirando al suelo.
- ¡Eh, chaval! - Chilló una chica bajita que casualmente pasó junto a Gerard -. ¿Qué coño te crees que estás haciendo?
- ¿Perdón? - Gerard la miró a la cara asustado.
- ¡Me estabas mirando el escote! - La chica lo empujó, no logró moverle un milímetro, Gerard era musculoso.
En realidad, Gerard miraba al suelo, pero era tan alto que miraba a la gente por encima del hombro, la muchacha se había pensado mal. Debía de medir dos metros por lo menos... Me dio lástima y hablé para defenderle.
- Estaba mirando al suelo - le dije a la chica. Ella me lanzó una mirada fría. ¿Cómo se atrevía a mirarme así el retaco presumido ese?
- Perdona, zorra, no hablaba contigo - ¿Zorra? ¿Me había llamado zorra?
- Me cago en tu puta madre, que es la auténtica zorra por dejarte vivir - le enseñé los dientes a la chica, que huyó espantada al ver los colmillos.
- Cualquiera se mete contigo - la voz de Gerard sonaba ahogada, como si estuviera aguantándose la risa.
- Vámonos, ya me he cabreado.
Tiré de él con fuerza y lo saqué del club, fuera nos encontramos con la chica hablando con unos policías.
- ¡Esa es, guardia! - Los policías nos miraron con los ojos entornados.
- ¡Alto! ¡Deténganse!
¡Y una mierda! ¡La poli ni me iba a trincar ni me iba a encerrar en una celda para que me convirtiera en polvillo a la salida del sol! Agarré el brazo de Gerard con fuerza y lo arrastré corriendo calle arriba.
Tardamos una hora en deshacernos de los guardias. Estaba hasta las narices de la policía, se creían que podían trincarme. Seguí corriendo hasta que noté que Gerard jadeaba, me paré en seco y me vi golpeada por una mole enorme. Me tambaleé un segundo antes de recuperar el equilibrio.
- Lo siento - dijo Gerard con la voz entrecortada.
Anduvimos por los clubes vampíricos buscando información sobre Botiche, nada. Me empecé a poner nerviosa en cuanto noté el cosquilleo que anunciaba que el amanecer estaba cerca. Solté una maldición y corrí todo lo que pude, con un cansado Gerard pisándome los talones.
Llegué al portal del bloque de pisos en el que vivía. No había puerta, algún vándalo la había arrancado hacía unos meses. Subí los escalones de tres en tres al tiempo que notaba que iba amaneciendo, busqué las llaves de mi puerta y me di cuenta que las había perdido. ¡No! Estaba amaneciendo y había un ventanal enorme en el rellano.
Gerard llegó jadeando y me miró con ojos cansados.
- ¿Este es tu piso? - Asentí con la cabeza. Gerard se percató de mi angustia -. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no entras?
- He perdido... las llaves.
- A ver, apártate - por un momento creí que iba a echar la puerta abajo hasta que vi que sacaba un alambre muy fino de uno de los bolsillos interiores de su chaqueta.
Gerard estuvo unos minutos trasteando con la cerradura de la puerta hasta que sóno un ¡clic! y la puerta se abrió de par en par. Me embriagó un estado de euforia increíble. Entré como un rayo al apartamento. Dos minutos después amaneció y me di cuenta que había dejado pasar a Gerard.
- ¿No te vas a ir a casa? - Le pregunté entornando los ojos.
- No tengo casa.
- ¿Por qué? - Percibí un brillo extraño en los ojos de Gerard.
- Botiche es el causante - el dolor que pasó por los ojos de Gerard me hizo sentir compasión por él -. Mi madre, hace veintiún años se quedó embarazada. De mí. La noche en que nací le pilló justamente en plena calle, de noche. Una banda de vampiros olió la sangre desde lejos. La mordieron y la dejaron con vida, a mí no me hicieron nada, no les dio tiempo a hacerme daño o a matar a mi madre. Unos policías aparecieron en el momento en que la mordieron. Siendo una vampira, mi madre me crió ella sola. Trabajaba de prostituta para poder mantenerme. Hace unos meses Botiche descubrió que una vampira había vivido con un humano, ya que eso esta prohibido, se informó, supo que era mi madre y fue a buscarla.
>> Botiche se presentó en el pequeño apartamento cochambroso en el que vivíamos hace tan sólo dos meses, mató a mi madre delante de mis propios ojos sin que yo pudiera hacer nada y me amenazó de muerte si me volvía a ver con un vampiro. Al día siguiente volvía a mi casa después de buscar ayuda durante todo el día, ya había anochecido. A tan sólo una manzana del bloque de apartamentos vi que había un incendio. La columna de humo contaminaba todo el aire en tres manzanas. Al llegar vi que era el bloque de apartamentos en el que yo vivía el que ardía.
Permanecí en silencio durante unos minutos, aquel chico había visto a morir a su madre sin poder evitarlo y se había quedado sin casa. ¡Hacía dos meses! No podía echarlo de mi casa.
- Entonces, ¿tienes veintiún años?
- No, veinte, a punto para hacer veintiuno - Gerard miraba al suelo.
- Siento lo de tu madre... y lo de tu casa...
- No me importa el maldito bloque, mi madre era maravillosa - noté un golpeo en el suelo y vi que había una gota. Gerard lloraba.
Por instinto, lo rodeé con los brazos y lo atraje hacia mí. El me devolvió el abrazo.
- Gracias... - dijo en un susurro que hubiera resultado inaudible para cualquier humano, pero mi oído era muy agudo.
- Puedes quedarte todo el tiempo que quieras - aún lo abrazaba, no podía soltarlo, me daba lástima.
- No lo hagas por lástima - se separó de mí y me miró con frialdad -. He vivido durante dos meses en la calle.
- Está bien, no lo haré por lástima - Gerard enarcó una ceja -. Es una orden.
Se rió en mi cara, pero paró de reirse al ver mi mirada asesina.
- ¿Dejas que me quede? - Vi el dolor en sus ojos y asentí. Gerard sonrió, tenía una sonrisa bonita.
- Me voy a la cama, necesito reponer fuerzas para el amanecer, la casa es tuya - me levanté y me dirigí al dormitorio.
- ¿Duermes en un ataúd? - La pregunta de Gerard me hizo girarme bruscamente.
- Soy una vampira, no una muerta - lo fulminé con la mirada -. Lo de los ataúdes es un mito, también puedo comer comida y beber cualquier cosa que no sea sangre. Lo único que no puedo pasear a la luz del sol.
- Lo siento - observé como Gerard se acomodaba en el sofá y me reí.
- Hay una habitación allí, con cama - señalé una puerta.
- ¿Puedo dormir contigo?
- ¿Perdón? - Enarqué una ceja como si me molestara, aunque no era mala idea, siempre pasaba las noches sola.
- Nada, que me voy a dormir a la otra habitación.
Gerard se levantó y se encerró en la habitación para invitados. Sonreí antes de cerrar la puerta de mi habitación. Me desnudé, me cambié de braguitas y me puse una camiseta vieja y enorme que siempre usaba para dormir. Me tumbé en la cama para sonar despierta antes de conciliar el sueño.
Pensé en Gerard y en matar a Botiche, tenía un clan muy numeroso y yo sólo era una y Gerard, pero él no era un vampiro, no poseía nuestra fuerza, nuestros reflejos y nuestra agilidad.
Me giré de costado y me quedé hecha un ovillo. Noté un olor raro impregnado en mi piel. El olor de Gerard. Ese muchacho olía bastante bien. Antes de dormirme por completo me asaltaron unas ideas muy perversas y graciosas.

viernes, 3 de agosto de 2012

Evelynn Careway's Life. Capítulo Segundo

Richard estaba armado con un rifle.
Jean me miró, me escupió y me llamó zorra. Richard le disparó en el hombro derecho, Jean cayó al suelo tosiendo, probablemente le perforó el pulmón. Llamé a gritos a uno de mis mayordomos, que vino apresuradamente y se quedó petrificado al ver a Richard con un arma y a Jean en el suelo, que ahora yacía inmóvil.
- ¿Careway? - La voz de Richard sonaba temblorosa -. Me debes una explicación.
No sabía qué podía decirle, en tres años Richard había dejado crecer su barba y aún así era apuesto (informo que detesto los hombres con vello).
- Te amaba - fue lo único que pude decir.
- ¿Por eso me abandonaste?
- No, te daré una explicación.
Entramos a mi hogar, llevé a Richard al salón y mandé a la doncella servirnos un té.
Habían pasado tres años. Y yo seguía exactamente igual, Richard no paraba de mirarme asombrado.
- Estás como la última vez que te vi.
- Richard... yo... - No pude mantener la voz firme, me dolía contarle lo que era, contarle que era un monstruo.
Le relaté mi vida y el día en que me condenaron a la inmortalidad, el día en que me condenaron a ser un monstruo devorador de sangre y de la vida de personas, quizá malvadas, quizá inocentes.
Aquel día estaba con mi madre, cabalgando por las praderas y notando la suave brisa de verano en mi rostro, hasta que nos perdimos. Estaba anocheciendo y mamá no hacía más que preguntarse por dónde habíamos venido. Yo no lo sabía, nunca había cabalgado tanto como aquel día. Se hizo la noche y la oscuridad acechaba en cualquier parte, al menos se veía algo gracias a la luz de la luna.
Nuestros caballos comenzaron a pisotear el suelo con violencia y a piafar, nerviosos. Habían notado una presencia maligna y alguien o algo nos acechaba en la oscuridad. Ese algo se iba acercando, ya que nuestros caballos estaban cada vez más nerviosos. Mamá intentó controlar a su caballo, pero el maldito la tiró al suelo, bajé rápidamente de mi caballo gritando su nombre. Ella me gritó que huyera, pero yo no quería, si a mi madre le pasaba algo iba a cargar con la culpa el resto de mi vida, pero yo no sabía que mi vida nunca iba a acabar (por medios naturales).
Algo me agarró por los hombros y me lanzó por los aires, me golpeé la cabeza e intenté levantarme, pero no podía, me dolía la cabeza. Miré a mi madre, que estaba aterrada, había un hombre extraño, con el semblante pálido, junto a ella. Vi como aquel hombre levantaba una mano llena de garras... y destrozaba a mi madre a zarpazos.
Cuando el hombre terminó con mi madre se giró y me miró, se fue acercando lentamente hacia mí, intenté retroceder, pero el pánico me lo impedía. El hombre me agarró por los hombros y acercó su boca a mi cuello.
El dolor que sentí fue terrible, un sufrimiento horroroso, noté que mi cálida sangre corría por mi cuello y empecé a marearme, empecé a ver borroso y me desmayé.
Cuando desperté ya no estaba en el bosque, me encontraba en una especie de cripta, y allí estaba el hombre maligno.
Aquel hombre me explicó que era una vampira y me enseñó a serlo, a vivir sin ser descubierta y a evitar la luz del sol. Nunca volvería a ver la luz del sol, pero viviría eternamente. Odié a aquel hombre con toda mi alma (si es que tenía después de haberme convertido en lo que era) y terminé matándolo con mis propias manos.
Le conté a Richard la historia de mi vida hasta que le conocí y el por qué tuve que abandonarle. No lo tomó como yo esperaba, me sonrió, me abrazó y me prometió estar siempre junto a mí, hasta que la muerte lo separara de mi lado.
Y así fue, un día la muerte se llevó a Richard, a un viejo Richard que la vida que había pasado junto a mí la pasó suplicándome que le conviertiera, que le hiciera como yo. Por supuesto se lo negué.
Mientras rememoraba mi vida me di cuenta que ya no estaba en la calle Fridsewall, que acababa de entrar, sin darme cuenta, en el club nocturno "Midnight". Un club en el que la droga estaba por todas partes y el olor a marihuana era casi insoportable, pero había buenas presas que cazar, y aquello me gustaba.
No me había vuelto a enamorar después de Richard, sólo amores que terminaron en un desenlace sangriento y yo, saciada mi hambre, enterraba los cuerpos.
Vi que un muchacho joven y apuesto se acercaba a bailar, acepté bailar sensualmente con él, quizá pudiera llevármelo a la cama y después darle un final trágico y doloroso, pero no me importaba, él se lo había buscado.
Empezó a bailar conmigo y a hacerme gestos para que me moviera más rápido, pude ver un brillo en su ojos y una mirada lasciva. Aquel muchacho no sabía dónde se metía. Me preguntó mi nombre, Eve, le respondí y el me dijo algo parecido a Gerard.
Cuando llevábamos una media hora bailando, quizá más tiempo, me invitó a dar un paseo fuera, ya que allí había mucha gente y con el ruido de la música no podríamos hablar. Acepté, no me gustaba que me vieran asesinando a alguien en un club. Me reí.
Salimos fuera y comenzamos a pasear tranquilamente por la calle, noté algo raro en aquel muchacho, lo había visto dentro del club, me pareció ver un cuchillo.
Gerard me aprisionó contra la pared cuando perdimos de vista el club, sacó el cuchillo que me había parecido ver y lo puso sobre mi garganta.
- ¡Asquerosa chupasangre! - Me gritó.
- Yo no elegí esta vida - me mantuve firme, pero alarmada.
- ¿Dónde está el resto? - Gerard apretó el cuchillo.
- No sé de qué me hablas - sonaba a mentira, pero era verdad, ¿qué resto? -. Si tienes algún problema con un clan yo no tengo la culpa, no es asunto mío los líos en los que os metáis los humanos.
- ¿No eres del clan de Botiche? - Vi un pequeño destello de decepción en sus ojos.
- Botiche es un hijo de puta - Botiche era el jefe de un clan de vampiros que se creían más que nadie cuando yo misma había tumbado a Botiche en dos movimientos -. Yo estoy sola.
Gerard se separó de mí, tan pronto como lo hizo cambié la postura y lo empotré contra la pared.
- Vuelta a la tortilla - me reí.
- ¡Suéltame! - Gerard forcejeaba.
- ¿Tienes algo contra Botiche? Puedo hacer que venga ahora mismo y ya te habría matado antes de que él llegase.
- Mató a alguien muy importante para mí, quiero venganza - noté que estaba ahogando al muchacho y lo solté. Se llevó la mano a la garganta.
- No te preocupes, no te he mordido - me di la vuelta y comencé a caminar calle abajo, no estaba muy lejos de mi casa.
- ¡Espera! - Me giré para mirar al chico -. ¿No vas a ayudarme?
- ¿Por qué tendría que hacerlo?
- No lo sé, creo que no te cae muy bien Botiche... - Gerard tenía razón, repugnaba a ese cabrón.
Algo en la mirada del muchacho me recordó a Richard, tenía los ojos verdes, como él. Eran casi iguales y sentí lástima por aquel chico.
- Acompáñame, si amanece me convertiré en un montón de cenizas.
Gerard me siguió calle abajo.