jueves, 27 de diciembre de 2012

Conductora nocturna

- ¿Subes o no? - George me miraba impaciente.
Giré la cabeza, dirigiendo mi mirada hacia otro lugar. No quería subir al coche, no quería estar a solas con él, quería irme a casa. No sé qué impulso me empujó a subirme, pero sujeté la puerta y me senté en el asiento del copiloto.
- ¿Adónde vamos? - Me preguntó George nada más cerrar la puerta.
- Pues - lo dudé un momento -, al parque Serrain. Esperaremos allí a mi amiga.
- Como quieras - susurró George antes de acerlerar el coche.
Nada más llegar al parque, hizo que el coche girara sobre sí e hizo un círculo casi perfecto. Me miró de soslayo, sonriendo. Le dirigí una mirada fulminante.
- No hagas el idiota - le advertí.
George se puso serio y aparcó el coche. Miré por la ventana, dándole la espalda y a mis labios asomó una sonrisa malévola. Me sentí, no importante, sino dominante.
- Seguro que tú lo harías mejor - dijo con sarcasmo.
- No lo dudo - le respondí, mirándole mal.
- ¿Sabes conducir? - Me miró intrigado, esperando una respuesta negativa.
- Por supuesto - le miré con mala cara, acto seguido sonreí sin poder evitarlo.
- Muy bien - George arrancó el coche, dio media vuelta girando bruscamente y salió rápidamente del parque.
- ¿Adónde vas? - Le pregunté, de nuevo de mal humor.
- Al campo - me respondió gritando por encima del volumen de la música, que acababa de subir -. Concretamente a un camino.
¿Para qué me iba a llevar a un camino? No me asustaba, podía noquearle si quería. George llegó al límite de la calle y giró a la izquierda, pisó el acelerador y entró en el primer camino. Había portones a izquierda y derecha: naves y corrales. Una pequeña colina apareció a la derecha. George continuó recto, pasando por corrales, en medio de la oscuridad, exceptuando lo que alumbraba la luz de los faros. De repente se paró y bajó del coche.
Contemplé la oscuridad parpadeando varias veces hasta que mis ojos se acostumbraron a la penumbra. George estaba atrás, trasteando con los asientos traseros, sacando un par de altavoces y colocándolos en los asientos inclinados. George volvió a subir al coche y continuamos camino adelante. Se distrajo con el móvil y tuve que agarrar el volante con la mano izquierda, por suerte no iba a más de veinte.
- Eso está bien - me dijo, cogiendo el volante de nuevo.
George siguió recto todo el camino. Hurgaba tranquilamente con la radio, conectada a su móvil para poner música. No hacía más que poner reggaeton. Suspiré, indignada.
- ¿No te gusta? - Me preguntó sin mirarme.
- Me gusta el heavy metal - dije malhumorada -. Y el rock alternativo.
- ¿No jodas? - Me miró con los ojos muy abiertos. Asentí.
No sé qué tenía la gente cada vez que le decía mis gustos musicales. Me respondían que tenía cara de escuchar reggaeton, que tenía cara de pija. No sé cómo no me había muerto del asco. George paró el coche de nuevo, en mitad de la nada, en mitad de un camino. Ya no había naves o corrales, sólo se veía campo oscuro y algún que otro huerto. El muchacho salió del coche y se dirigió a mi lado, abrió la puerta y me miró impaciente.
- ¿A qué esperas? - Me preguntó -. Conduce.
Me quedé un momento boquiabierta, hasta que reaccioné y me moví, sentándome en el asiento del.conductor. Coloqué una mano en el volante, el pie izquierdo en el embrague, el derecho en el acelerador y la mano derecha en la palanca de cambios.
- Adelante - me dijo George subiendo el volumen de la música.
Metí primera, solté el embrague y pisé el acelerador. El coche se movió suavemente y poco a poco fue cogiendo velocidad. Sonreí triunfal y le miré de soslayo.
- Buena salida - me halagó.
Continué adelante, viendo sólo camino y campo. George se distraía con el móvil, yo estaba esquivando baches perfectamente. Metí segunda y George levantó el pulgar, haciéndome saber que iba bastante bien. Cuando acababa de meter cuarta divisé el camino por donde habíamos venido, me entristecí levemente, sin que él lo notara. Me estaba diviertiendo.
- Sigue recto si quieres parar, gira a la derecha si quieres seguir conduciendo - me dijo George.
Giré a la derecha y me encontré con campo, sin camino. Frené lentamente.
- Vas a girar el coche marcha atrás.
¿Qué? ¡Nunca había dado marcha atrás! Recé mentalmente para que todo saliese bien. Metí la marcha y giré bruscamente, pero hice lo que me dijo, a una velocidad no muy segura. Continué hacia delante y giré a la izquierda, por donde había venido.
Me encontré con dos opciones, girar a la izquierda o a la derecha y volver por donde había venido. George me aconsejó girar a la izquierda. Así lo hice.
- Me gusta cómo conduces mi coche, pero me gusta más estar aquí contigo - masculló George.
- ¿Qué? - Pregunté, creyendo que había dicho otra cosa.
- Nada.
Así que había dicho lo que había oído, me revolví en el asiento y giré a la derecha.
- Eres la primera persona a la que le dejo un coche - me dijo George. Volví a sentirme importante -. Ni a mis amigos.
- Soy especial - solté.
Me distraje y había una cuesta pequeña, giré bruscamente a la derecha como George me indicó y el coche dio una vuelta, quedándose mirando hacia el camino por el que había venido. Sonreí tímidamente y recoloqué el coche para seguir adelante.
- Se me ha pasado la borrachera de lo acojonado que voy - George tenía los ojos muy abiertos.
Me reí a carcajadas y continué recto. Al rato divisé el camino por el que me había traído él. Giré a la izquierda como me indicó y apreté los labios. Fin del trayecto en cuanto llegara a la calle de nuevo.
A punto de llegar a la calle fui frenando lentamente y George echó el freno de mano, yo pisé el freno bruscamente.
- Pero, ¿qué...? - Dijo George mirándome desconcertado.
- Me sienta mal que echen el freno de mano - sonreí y salí del coche triunfante.
Ya cada uno de nuevo en su sitio, George volvió al parque Serrain.